Una ginecóloga se encuentra en su consulta con una mujer
de 46 años, casada desde hace 16. Se queja de tener el deseo y la
excitación sexual al mínimo durante las relaciones sexuales; situación que
se viene dando a lo largo de la última década. Las fantasías sexuales, los
pensamientos eróticos y los orgasmos son muy poco frecuentes y la
lubricación en estas circunstancias es la mínima imprescindible para
mantener una relación coital no dolorosa. Ella y su marido tienen un hijo
de ocho años, concebido tras un largo proceso de fecundación 'in vitro' al
que tuvieron que recurrir por una infertilidad idiopática (origen
desconocido). ¿Qué tratamiento debe recibir? Esta es la pregunta que se
plantea la autora de una revisión publicada recientemente en 'The New
England Journal of Medicine' sobre las disfunciones sexuales femeninas y
sus terapias. Hasta que las investigaciones vayan más lejos, las mujeres
no pueden confiar en las terapias farmacológicas igual que los varones
para mejorar su respuesta sexual. En cambio, hablar del tema, buscar el
placer con nuevas técnicas, compartir las inquietudes con la pareja y
consultar con un profesional sí resulta efectivo.
Los tiempos en los que se aconsejaba la ablación del
clítoris para evitar la masturbación femenina (propuesta por Isaac Baker
Brown, presidente de la Asociación Médica de Londres en 1858) o en los que
se consideraba «irrelevante para los sentimientos de una mujer que ésta
tuviera genitales o no» (una de las máximas de la medicina del siglo XIX)
han quedado atrás. No obstante, en cuanto al manejo de sus problemas
sexuales las féminas siguen estando todavía muy por detrás de los
varones.
En opinión de los expertos, las mujeres que toman
conciencia de su sexualidad deben enfrentarse a muchos siglos de
ignorancia y desinformación y deshacerse de infinidad de tabúes y
prejuicios socioculturales, educativos y religiosos que han provocado que,
ellas mismas hayan relegado el sexo a un segundo plano dentro de sus
prioridades.
«Sólo el 24% de las españolas se preocupa por este
aspecto, a pesar de que más del 50% está descontenta con él», señala
Francisco Cabello, presidente de honor de la Federación Española de
Sociedades Sexológicas y director del Instituto Andaluz de Sexología y
Psicología.
Y es que, a pesar de que a partir de los años 60, en EEUU
(a raíz de los controvertidos informes Kinsey), se empezó a reivindicar el
placer también para ellas, desde entonces se han hecho pocos muy avances
en este campo.
Un buen ejemplo es que, si se hace una búsqueda en la
literatura científica acerca de los estudios dedicados a la sexualidad
femenina y masculina, la diferencia entre el volumen de un grupo y el del
otro es abrumadora: de 40 a 1.500, respectivamente. «Tenemos que admitir
que tradicionalmente no se le ha dado la misma importancia a la sexualidad
del varón que a la de la mujer. Incluso ellas están mucho más preocupadas
por satisfacer a sus parejas que por su propio placer», corrobora
Cabello.
COMPLEJIDAD
Quizá por eso, a la hora de abordar las disfunciones
sexuales femeninas se parte de un claro error de base. Siempre se baraja
el argumento de que la sexualidad del varón es mucho más orgánica y simple
que la de la mujer, puesto que está estrechamente ligada a la erección, y
que en las féminas el componente psicológico tiene un peso específico
fundamental, lo que hace que su tratamiento sea, por regla general, mucho
más complicado que en el caso de los hombres.
Sin embargo, y aunque esta afirmación no deja de tener su
parte de verdad, «se tiende a meter todo en el mismo saco y no es así de
sencillo. Existen muchos problemas y en función de cada uno habrá que
buscar una solución diferente», reivindica el especialista andaluz.
La revista 'The New England Journal of Medicine' ha
publicado una revisión al respecto de las disfunciones sexuales femeninas
en el que se hace hincapié, precisamente, en ese mismo error.
La autora, Rosemary Basson, del Departamento de
Psiquiatría, Obstetricia y Ginecología de la Universidad de British
Columbia (Vancouver, Canadá), se encargó de poner sobre la mesa las
definiciones de las diversas alteraciones que pueden afectar a la vida
sexual de la mujer y de repasar cuál es la evidencia científica disponible
acerca de su tratamiento:
Deseo sexual hipoactivo
. Se produce una caída de la libido, de manera que la
paciente no tiene fantasías eróticas, ni deseos de mantener relaciones
sexuales. Es la disfunción más habitual y quizá la más difícil de tratar,
puesto que suele ir acompañada, como es bastante lógico, de falta de
excitación y de anorgasmia (ausencia de orgasmos regulares e
intensos).
Otra dificultad añadida se basa en que su origen puede
ser de naturaleza muy diversa; desde la bajada de testosterona (hormona
masculina ligada al impulso sexual) que acontece después de, por ejemplo,
la extirpación de los ovarios o la llegada de la menopausia, al consumo de
determinados medicamentos (contraceptivos orales, antidepresivos...),
pasando por conflictos de pareja, problemas personales, laborales, traumas
asociados al sexo, ruptura sentimental reciente...
Trastorno combinado de la
excitación
. Imposibilidad de alcanzar la excitación necesaria para
mantener una relación placentera y plena, a pesar de la presencia de
estimulación. Al no haber excitación sexual en el cerebro, tampoco se
produce la respuesta refleja de carácter fisiológico (lubricación de la
vagina, irrigación de la zona genital, aumento de tamaño del
clítoris...).
Trastorno subjetivo de la
excitación
. Si en el caso anterior no se producía reacción ni
mental ni física al estímulo sexual, en éste la clave está en el cerebro.
La mujer no siente su excitación, a pesar de que su vagina puede
lubricarse adecuadamente. Esta alteración suele estar mediada por el
entorno (problemas personales o psicológicos, distracciones, malas
relaciones de pareja).
Alteración de la excitación
. En esta ocasión la mente dice «adelante», pero el
cuerpo no responde y la experiencia no es satisfactoria. Es una especie de
impotencia femenina, aunque se da con menor frecuencia que en el varón. La
mujer tiene ganas de mantener relaciones sexuales, pero la cascada
biológica está rota en algún punto. Normalmente, y a pesar de que este
problema puede afectar psicológicamente, las verdaderas causas son
orgánicas, de manera que mejorando la vascularidad de la zona se puede
arreglar gran parte del trastorno.
Anorgasmia
. Se dan todos los ingredientes para lograr el clímax
(excitación física, estimulación sexual, deseo...), pero éste no llega, o
lo hace de forma muy leve. Normalmente las féminas afectadas por el
problema anterior anterior tampoco tienen orgasmos, por lo que hay que
afinar mucho en el diagnóstico para establecer el verdadero origen del
problema. Para terminar de complicar el asunto, la autora de la revisión
recuerda que estos trastornos pueden presentarse solos, pero lo más normal
es que lo hagan en combinación, lo que acaba deteriorando la psique de la
afectada. «No hay que olvidar que la sexualidad es el pilar básico de la
salud mental», apostilla Francisco Cabello.
Finalmente, los medicamentos que ya han probado su
eficacia a la hora de tratar la disfunción eréctil masculina (ver
gráfico)- fundamentalmente los inhibidores de la fosfodiesterasa como el
sildenafilo, el tadalafilo o el vardenafilo- todavía no han hecho lo
propio con las mujeres.
Los ensayos que aún están en marcha con estos productos
arrojan resultados contradictorios y todo apunta a que las beneficiarias
finales serán las que presenten anomalías puramente vasculares que les
impidan mantener relaciones sexuales plenas. Así, e igual que sucede en el
varón, una paciente que no sienta atracción sexual por su pareja o que
realmente no tenga ganas de mantener relaciones no encontrará consuelo en
estos medicamentos.
Algo muy similar ocurre con el parche de testosterona,
indicado para paliar la anafrodisia (falta de deseo). Esta hormona juega
un papel crucial en la respuesta sexual y suele experimentar descensos
notables en circunstancias concretas (climaterio, tratamientos
farmacológicos agresivos...).
Si bien en estos casos concretos los resultados
alcanzados son bastante prometedores, lo cierto es que por el momento
«tanto los parches transdérmicos como los geles y cremas que contienen
dicha hormona deben ser aplicados en periodos lo más cortos posible y en
las dosis mínimas suficientes para lograr los objetivos que se persiguen»,
indica la investigadora canadiense, ya que los efectos a largo plazo del
tratamiento no se conocen con exactitud.
«Además, antes de administrar testosterona o similares
hay que valorar la existencia de otros problemas físicos o psicosociales
que también pueden mermar el deseo», insiste Basson.
La especialista concluye su análisis proponiendo la
realización de una valoración exhaustiva de cada caso, tanto de manera
individual como en pareja. En esta especie de historia sexual se deben
tener en cuenta aspectos relacionados con el equilibrio emocional de la
paciente, las características de sus relaciones, sus antecedentes clínicos
y cualquier emoción o sentimiento implicado en su actividad sexual.
«Recomiendo combinar el tratamiento cognitivo y
conductual, así como la terapia de pareja de corta duración (entre tres y
seis sesiones) centradas en reconducir la inadaptación, la desinformación
y las expectativas que no sean razonables; además de ofrecer ayuda sobre
técnicas y estrategias que aumentan la cercanía con la pareja y favorecen
la comunicación y estimulación erótica», concluye la autora que, por el
momento y hasta que no se hagan más investigaciones que avalen su
seguridad y eficacia, no confía demasiado en las bondades de los
medicamentos.
HAY QUE HABLAR
Francisco Cabello coincide con Besson en la necesidad de
acudir a un especialista en cuanto el problema se convierta en una
preocupación y en descartar conflictos interpersonales antes de imponer
cualquier tratamiento farmacológico.
«No es lo mismo tratar un desequilibrio hormonal puro y
duro que una falta de deseo que está ocasionada por un conflicto amoroso o
por una depresión subyacente», ejemplifica el experto español.
«De sexualidad hay que hablar. No hay que perder la
oportunidad de comunicarse con la pareja partiendo de un plano de igualdad
a la hora de buscar el placer propio y el del otro; de preguntar cómo van
las cosas, incluido el aspecto sexual», continúa.
De hecho, los laboratorios Bayer han puesto en marcha una
iniciativa para favorecer tanto el diálogo entre la pareja como la
búsqueda de ayuda más precoz. Bajo el lema 'Inicia la conversación', los
fabricantes de vardenafilo, se han propuesto ofrecer información que anime
a las parejas a buscar una solución conjunta a sus dificultades
sexuales.
«El silencio es una constante a la hora de afrontar esta
circunstancia, ya que los españoles tardan unos tres años en consultar con
un médico por este motivo», se queja la andróloga Ana Puigvert, adjunta
del Servicio de Andrología de la Fundación Puigvert de Barcelona.
Y es que a pesar de que la campaña va dirigida
especialmente a los problemas de erección del varón, no hay que obviar que
el hecho de retomar las relaciones sexuales satisfactorias beneficia a
ambos miembros de la pareja.
Finalmente, los expertos aconsejan acudir a un
profesional no sólo para lograr un mayor bienestar físico y mental (la
liberación de endorfinas que causa el sexo reduce la ansiedad, el estrés y
mejora notablemente el estado de ánimo).
También hay que consultar cualquier anomalía relacionada
con la respuesta erótica porque en ocasiones suele ser la punta del
iceberg de patologías orgánicas como la diabetes o alteraciones
cardiovasculares. Además, en el caso concreto de las mujeres puede indicar
inflamación pélvica, deformaciones uterinas o desequilibrios
hormonales. |