Pese a que la mujer ha logrado ocupar la mitad de los puestos
de trabajo en América Latina, sigue padeciendo grandes desventajas en el mercado
laboral. Diez años después de la prometedora Conferencia Internacional de la
Mujer de Beijing de 1995, todavía los salarios femeninos son significativamente
menores y las mujeres sufren segregación ocupacional, limitado acceso a
posiciones de liderazgo y a instrumentos de protección laboral y seguro social,
y mayor vulnerabilidad frente al desempleo que los hombres.
Indudablemente la globalización ha tenido un impacto positivo
en el trabajo femenino y en la década pasada fue excepcional el ingreso de
mujeres al mercado laboral, ganándose también bastante terreno en la brecha
salarial con respecto a los hombres. La pregunta que formulan los autores en el
libro Mujeres y Trabajo en América Latina editado por Claudia Piras y
publicado por el BID es ¿qué más hace falta? La respuesta evidente, respaldada
por la experiencia y los datos empíricos apunta a la necesidad de políticas
públicas que promuevan la igualdad de oportunidades y la igualdad salarial.
Un nuevo fenómeno detectado en la región es que más allá de los
promedios, el progreso en la participación de la mujer en el ámbito laboral no
es uniforme y que depende del nivel de ingresos, educación, raza u origen
étnico. Las mujeres pobres, indígenas y afrodescendientes siguen marcadamente
rezagadas. Otro aspecto es el crecimiento del trabajo informal en la región y la
falta de protección social del trabajo precario. El desafío es entonces además
ampliar las oportunidades a todas las mujeres.
Si los beneficios obvios del empleo femenino en la generación
de ingresos no fueran ya en sí mismos razón suficiente, se ha comprobado, según
Piras, que el aumento del aporte salarial de la mujer al hogar mejora
considerablemente el bienestar social y familiar, “dado que es más probable que
ella invierta más en el capital humano, especialmente salud y nutrición de los
hijos, que el hombre.”
Si América Latina está transformando sus estructuras
productivas, entre ellas el uso más eficiente del capital humano, para lograr
una mayor competitividad en los mercados internacionales, no puede darse el lujo
de desperdiciar las posibilidades de desarrollo de la mitad de ese capital,
según los autores.