Derechos humanos y minas antipersona
Las minas antipersona son asesinos ocultos que esperan al incauto para matarlo o mutilarlo
10-12-2007 - Hoy se cumple el 59º aniversario de la
Declaración Universal de los Derechos Humanos, aprobada por la Asamblea
General de las Naciones Unidas en su Resolución 217-A, de 10 de
diciembre de 1948, uno de los grandes logros de la humanidad. Entre sus
muchos fines, la declaración aspira a limitar los devastadores efectos
de las guerras que asolan el mundo, introduciendo normas de
civilización en los conflictos armados, rechazando armas letales:
bombas racimo y otras de larga duración, como las minas antipersona,
que tienen una vigencia de 50 años de peligrosidad. El contenido de los
30 artículos de la citada declaración constituye un monumento a la
salvaguardia de lo que es más noble del ser humano. Destacaría el
artículo tercero, que textualmente dice: "Todo individuo tiene derecho
a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona". En dicho
precepto de derecho internacional descansan las iniciativas que
hicieron posible la creación de la Fundación Pax.
La Fundación Pax fue constituida en Barcelona para luchar contra las
minas antipersona con el propósito de actuar con espíritu humanitario y
de servicio en la rehabilitación de las víctimas de dichos artefactos.
Lo hace mediante intervenciones quirúrgicas, implantes ortopédicos y
colocación de prótesis en los menores de edad afectados, que se
realizan gracias a la generosa y eficaz colaboración del hospital de
Sant Pau de Barcelona, y también en el futuro con otras instituciones
hospitalarias, como la Corporación Sanitaria Parc Taulí, la clínica
Quirón y el hospital Sant Joan de Déu. Otro anhelo de la Fundación Pax
es sensibilizar a la sociedad sobre este grave problema que conculca la
Declaración de los Derechos Humanos y las más elementales normas de
concordia y relaciones amistosas entre los pueblos. En reconocimiento
de ello, el Consejo General de la Abogacía Española otorgó a la
institución en 2005 el Premio de Derechos Humanos por su desinteresada
ayuda en la rehabilitación de los niños víctimas de las minas
antipersona y por su defensa de los derechos humanos.
Las minas antipersona son asesinos ocultos, silentes, despiadados, que
esperan arteramente al primer incauto que tropiece con ellas para
matarlo o mutilarlo. Hay más de 165 millones de minas esparcidas por 78
países, las cuales causan una muerte cada 20 minutos. El país más
afectado por esta trágica lista necrológica es Colombia, con tres
víctimas diarias. El 30% de ellas son niños y niñas que son masacrados
simplemente por jugar en un monte o hacer alguna labor en el campo
ajenos a los conflictos bélicos de sus mayores, que murieron mucho
antes de su nacimiento, o a las guerrillas de bandas armadas
cultivadoras de droga.
Esta espantosa realidad de las minas antipersona, que cercena los
miembros y mutila las ilusiones de miles de niños y niñas, ha sido
objeto de debate internacional y en 1997 se llegó al compromiso, con
156 naciones firmantes de la Convención de Ottawa, de prohibir la
producción, comercio, distribución, exportación e implantación de esa
pérfida y letal arma. Sin embargo, como ya dijo Thomas Küchenmeister,
de la Asociación Alemana de Iniciativas de Lucha contra las Minas, en
declaraciones recogidas en DW-World, "40 estados han rehusado formar
parte de los países firmantes del compromiso, entre ellos sus mayores
productores y compradores"; poderosos Estados forman parte esa lista de
"comerciantes del mal" que no han querido ratificar la convención.
Para paliar los efectos de esta terrible lacra que sufre la humanidad,
y hasta que llegue el esperanzado día en el que desaparezca para
siempre, la Fundación Pax, junto con otras instituciones comprometidas
en la tarea, seguirá trabajando para conseguir la adhesión de los
estados no firmantes de la Convención de Ottawa y prestará su
desinteresado servicio humanitario a las víctimas para ayudarlas a
integrarse en el seno de la sociedad como personas en plenitud de sus
derechos humanos.
Juan Alberto Valls Jové es presidente de la Fundación Pax. El Pais
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